Fecha de visita: 7 de agosto – Una noche de aniversario empañada por errores operativos y desconexión en la experiencia El 7 de agosto hice una reserva a través de Degusta para celebrar mi aniversario en Corrupto. Recibí la confirmación por correo, pero al llegar al restaurante, la joven en la entrada me informó que no existía ninguna reservación, que el lugar estaba completo y que no podían hacer nada al respecto. Me indicaron que me trasladarían a TDJD, el rooftop del mismo edificio. Pedí hablar con el encargado y me atendió Jefferson, a quien le expliqué que era una fecha muy especial, que ya conocíamos el rooftop, y que habíamos elegido Corrupto específicamente por ser un concepto nuevo. No se me ofreció otra solución más que esperar si se liberaba una mesa. Más tarde, por mi cuenta, deduje que el problema fue una falla en la integración del API entre Degusta y Riservi, lo que explicaría por qué nunca recibieron mi reserva a pesar de haberla confirmado. En el rooftop, el trato fue muy bueno: nos ofrecieron unos tragos y entradas de cortesía. El servicio, en general, fue excelente —10 de 10—. Sin embargo, la entrada (un tiradito de atún, según recuerdo) llegó en menos de 30 segundos, lo cual se sintió más como una señal de batch-prepping que de cocina al momento. La frescura tampoco fue destacable. Los tragos llegaron en 10 minutos y fueron lo mejor de ese momento. Al rato, Jefferson —quien ya sabía que era nuestro aniversario— nos condujo por una puerta trasera, a través de lo que parecía un locker room, hasta un espacio que describió como su “speakeasy”. Lamentablemente, lo que encontramos fue una habitación ruidosa, sin ambientación cuidada, con música a volúmenes altísimos y una vibra caótica, más cercana a un antro que a una experiencia tipo bar oculto. No tengo nada en contra de la música alta ni del desorden ocasional, pero para alguien que celebra una noche especial, esto fue un choque total con las expectativas. Lo más preocupante fue que nadie nos advirtió sobre el concepto del lugar. Jefferson, con buena actitud pero sin sensibilidad para el contexto, pudo habernos anticipado que no era un ambiente adecuado para un aniversario. En cuanto a la comida: las hojas de papa estuvieron regulares, el Boston crab sabía a imitación de cangrejo, y los tragos posteriores no estuvieron a la altura —incluyendo un Old Fashioned sin balance. El sushi final fue excelente, pero ya era tarde: la experiencia estaba arruinada. Pagué la cuenta y me fui decepcionado. No por el servicio —que agradezco—, sino porque la noche que con ilusión planifiqué fue afectada por una falla técnica no gestionada (presumiblemente el API), una cocina desganada (era jueves, lo entiendo) y una falta de criterio en la experiencia del cliente. No Regrets Company es uno de mis grupos de hospitalidad favoritos, y valoro su propuesta. Pero esta noche fue una excepción muy dolorosa. Quizás fue mi culpa por insistir en vivir la experiencia, pero lo mínimo era haber sido advertido.
