El restaurante es muy lindo y la atención excelente. Durante la noche nos atendieron cuatro personas y todas fueron súper atentas, en especial Juan David que nos hizo sentir como en casa. Pedimos varios platos para compartir, la mayoría estaban muy buenos, y de postre un suspiro limeño de maracuyá que estaba delicioso. Lo único fue que la espera entre platos fue algo larga, varios llegaron un poco fríos y las sillas de la terraza, aunque son muy lindas, son bastante incómodas. En general la experiencia fue muy buena.

La comida y la atención estuvieron muy bien, y el servicio fue rápido. Lo único es que la comida estaba un poco fría, pero por lo demás todo excelente.

El chico que nos atendió fue muy amable y paciente. Pedimos la tarta clásica y la de dulce de leche, ambas estuvieron deliciosas, no muy dulces y de textura cremosa. Perfectas para compartir.

Es la segunda vez que voy y definitivamente no regresaré. Regla absurda: no puedes pedir comida ni cambiarte a una mesa más grande hasta que llegue la última persona del grupo. Cuando intentamos quejarnos, el mesero respondió de forma grosera: “allá está el dueño, si quiere vaya y quéjese con él”. El servicio fue pésimo: nunca rellenaron los vasos de agua, jamás pasaron a preguntar si necesitábamos algo más y esperamos más de 30 minutos solo para que el mesero nos mirara y pedir la cuenta. Aun así, se molestó porque no dejamos propina. Recordatorio: la propina NO es una obligación, es un reconocimiento por un buen servicio, y aquí definitivamente no lo hubo. Lamentablemente, muchos restaurantes creen que por estar de moda pueden imponer reglas sin sentido y ofrecer un servicio mediocre. La historia siempre se repite: al inicio creen que el hype durará para siempre, pero cuando la popularidad baja y están al borde de cerrar, recién entienden la importancia de cuidar al cliente. Ninguna comida es lo suficientemente buena como para tolerar groserías de nadie.

Uno de mis restaurantes favoritos en Panamá. Siempre que puedo lo recomiendo; mantienen su calidad y el servicio es excelente.

El servicio fue bueno, aunque a veces costaba llamar la atención de los meseros. La comida llegó rápido y en general estaba rica: las tortillas fritas perfectas, las hojaldres calientitas y la carne suave, aunque la salsa de la carne me pareció un poco fuerte, quizás muy condimentaba para mi gusto. Lo único que no nos gustó fueron los waffles, la masa era un poco dura y no casi no tenían sabor. El lugar en si es muy acogedor, sí volvería.

Fuimos para un brunch y pedimos varios platos para compartir. El servicio estuvo bien, pero, a excepción de un sándwich de huevo con cebolla caramelizada, nada de lo que comimos nos encantó. Quedé realmente impresionada con la relación precio/comida, me parece demasiado costoso para lo que ofrecen. Las quesadillas eran mitad pollo y mitad papas fritas. No me molesta la combinación, pero no entiendo cómo una tortilla de harina con queso, pollo y papitas puede costar $15. La tostada francesa… ni hablar, nos tuvimos que reír porque era literalmente una rebanada con una fresa picada en ocho y dulce de leche. Entiendo que era pan brioche algo grueso, pero ni así justifico un precio de $12 por una sola rebanada pequeña. La hojaldra sabía a cualquier cosa menos a hojaldra; la probamos entre todos para intentar adivinar y coincidimos en que sabía a mafa. El bowl de açai demoró unos 40 minutos, casi todos habíamos terminado de comer cuando llego el bowl y encima le sirvieron menos de la mitad del bowl. En general, me parecieron ingredientes y sabores demasiado básicos para los precios que manejan. Nada valió lo que costaba.

Excelente atención y el lugar es muy lindo, pero la comida nos decepcionó. Éramos seis personas, probamos varios platos y solo nos gustó el tortellini a la bolognese y el salmón spicy vodka; el resto de los platos resultaron bastante desabridos y con poco sabor.

La comida y las bebidas estuvieron muy buenas, pero lamentablemente la atención dejó mucho que desear. El señor que nos recibió fue amable; sin embargo, la mesera al inicio mostró poca disposición para atendernos, aunque luego mejoró su actitud. El bartender fue totalmente descortés: lo saludamos al llegar y simplemente nos ignoró. Durante toda la noche no se dignó ni a mirarnos y parecía molesto, lo cual me parece una falta de respeto. Aunque no fue el peor servicio que he recibido, sí fue una experiencia decepcionante. Muchos restaurantes en Panamá cierran precisamente por esto: se invierte en un bonito local, pero el servicio al cliente no está a la altura, lo que arruina la experiencia del comensal. Este no es un restaurante económico, por lo tanto, no esperaba encontrarme con un servicio tan informal. Como alguien con experiencia en la industria, fue evidente que el personal carece de entrenamiento. Debo mencionar que teníamos una reserva a las 7:45 p.m., pero llegamos a las 8:00 p.m. porque no encontrábamos el lugar. El restaurante estaba vacío y parecía que ya iban a cerrar, lo cual probablemente afectó el servicio. Sin embargo, el horario indica que atienden hasta las 9:00 p.m. Este tipo de actitudes son parte de lo que afecta negativamente al turismo en Panamá. A pesar de que disfrutamos la comida, no volveríamos. Una buena experiencia gastronómica también depende del servicio, y en este caso, no estuvo a la altura.

La comida es buena pero nada especial, son los mismos 4 ingredientes en 8 versiones diferentes. El servicio es terrible, las veces que he ido ha sido malo, hay que pedir los refills, los cubiertos y servilletas como si pidieras un favor. Parece que el mal servicio es el estándar aquí.