Obtuvimos pésimo servicio: uno de los platos de la entrada no fue agradable, no se sentía fresco el producto. En los platos fuertes hubo una cazuela como sacada del refrigerador, una corvina con una presentación para nada apetecible. Pedimos copas de un vino Tempranillo, mientras esperábamos, volvió la mesera para darnos la mala noticia (como expresó): “que no no podia servirnos el vino porque otro mesero que había salido de su turno, se había llevado el descorchador y no podían abrir la botella, lo que interpreté como pésima excusa por no tener que abrir una botella para servir dos copas de vino. El café tampoco fue lo mejor. Esperaba un buen café de máquina, de grano molido, sin embargo después que lo sirvieron, dijo la mesera que era de cápsulas. En fin, tenía una expectativa equivocada de este restaurante, ya que fuimos allí las tres personas, por primera vez.

Lo malo fue el ceviche, exajeradamente ácido, que no se pudo comer, tanto el de pulpo como el de corvina. No tuvieron la cortesía de quitarlo de la cuenta a pesar de haberse hecho la observación.

Desagradable cuando uno se siente timado con lo que sirven. Pedí corvina a la plancha, pero quién sabe qué animal marino pusieron en el plato, que a ninguno de los que me acompañaban les pareció corvina. Conozco muy bien el pescado por dos razones: ha sido mi plato favorito de toda mi vida, además tengo por jobbie, la cocina. Sencillo, no vuelvo. Ni siquiera tuvieron la cortesía de restar de la factura un plato que no comí, pues lo dejé, previa observación al mesero.