La comida fue simplemente buena, nada especial nada mala. Me encantó que el menú es relativamente corto, pero con opciones variadas, salvo si buscas pollo (me parece que solo hay una opción). Lo realmente panameño del menú fueron los sabores más que los tradicionales platos que puedes esperar dada la fama anterior del lugar. Se siente ese no sé qué de la sazón panameña, que solo puedo comparar con ajo, recao' verde, achiote, refrito, etc. De lo que pedimos, me quedo recomendando el cocodrilo, el ceviche frito y el pulpo con papas. Es decir, las entradas fueron lo más destacado de nuestra orden. En platos fuertes, ordenamos carrillera, filete ahumado y ensalada Caesar con langostinos. Todos simplemente buenos. La disponibilidad y frecuencia de la atención flaqueó por momentos, a pesar de que el local no estaba ni a media capacidad. Sin embargo, todo el staff rebosaba en amabilidad y disposición para guiarnos en el menú. El ambiente es genial para una cena amena o echar cuentos en grupos pequeños.