Me llevaron a almorzar esta semana a Panos de Marbella y debo decir que amé su comida, simple a la par que sana y sabrosa. Compartí una ladopsomo de la que tuvimos que pedir otra orden ya que me arrebaté a comer debido a la novedad y lo exquisito del plato. De segundo comí unas berenjenas que estaban de muerte, qué sabor más especial y que bien que sientan al cuerpo cuando están bien cocinadas.

He tenido oportunidad de visitar España en numerosas ocasiones y de comer en varios restaurantes españoles de Guatemala, Nicaragua y Costa Rica. He de decir que en Taberna 21 he disfrutado por primera vez del ambiente español de los bares de España y no de un restaurante estándar. La comida tiene un toque casero muy bien conseguido y huye del plato gourmet y de la nueva cocina donde uno termina pasando hambre y pagando un platal por un plato de diseño. Salí entusiasmado con la fideua que compartí y con el cochinillo que me comí de segundo plato. No me dio el cuerpo para pedir postres pero mis compañeros de almuerzo me hablaron maravillas de la crema catalana y del flan.

Tenía varios años de no entrar a Madame Chang y eso que era uno de mis restaurantes favoritos de Panamá. Sin embargo, los años, el cambio de amistades, el trabajo y otros factores me habían llevado a otro tipo de restaurantes en este tiempo. El retorno fue triste pues poco quedaba del glamour del antiguo Madame Chang y aquellos platos meticulosamente elaborados. Es un claro ejemplo de restaurante que murió de éxito y no se supo adaptar a los tiempos y evolucionar.

Maito ha sido casi una experiencia religiosa para mi paladar. Desde la más simple de sus entradas a sus postres, este paseo culinario me ha hecho recordar el por qué Panamá sigue siendo el mejor país de Centroamérica para comer.