Entrar a este restaurante; de los mas representativos de la ciudad, es como viajar en una cápsula del tiempecito. Los cuadros, la decoración, todo está intacto. Si bien es cierto aquí no aplican el principio de “renovarse o morir” la comida guarda esa misma premisa pues a pesar de los años la calidad sigue intacta. Fue un verdadero deleite degustar no solo la carta de vino sino los diferentes platillos.