Llegamos a este lugar por recomendación y al llegar no estas seguro si es un restaurante, nos sentamos en una mesa casi en la entrada, solo tenían 5 mesas. Todas full. Pedimos para los niños una pizza que podría ser la mejor que he probado, la masa es única, liviana y crujiente hecha con masa madre. Para nosotros pedimos pasta la mia boscaiola y la de mi esposo fue rigattoni siciliana ambas con salchicha italiana estaban buenas. La atención en este lugar resalta, Giselle la esposa del chef es muy amable y dulce. Luego nos ofrecieron un rico café con panna y una grappa y limoncello para terminar. Pronto se mudarán y se merecen un lugar que refleje el ambiente que están dispuestos a ofrecer. Sin duda los visitaremos en cada paseo a el valle.