Este lugar es una joya escondida, aunque disponible para quien sepa apreciar el paladar autóctono panameño. Tienen unos desayunos excelentes y con un sabor muy casero. En esta oportunidad fuimos a almorzar y nos sorprendió la oferta del menú diario, muy diversa. Por ser un viernes, el menú incluía varias opciones con productos del mar, así que pedimos langostinos y bacalao. Ambos acompañados con arroz con coco, frijoles, coditos con tuna y tajadas. Qué delicia! Las porciones generosas y el servicio muy amable. Limonada y naranja con raspadura y estamos en la gloria! Volveremos!!