De las pocas parrilladas “legendarias” sobrevivientes en la ciudad, pero se nota la decadencia del lugar, y no parece que vayan a remodelar o modernizar, incluso la carta parece ser de dos décadas atrás con los precios a los actuales. Lo único rescatable en la comida son las costillas de cerdo y los patacones. El pescado frito, frío y casi sin sabor debido a que las cebollas, culantro y ajo no están bien cortados ni combinados. Mi madre, que me había acompañado, ordenó churrasco, pero bastó su cara para confirmar que algo no estaba bien; al probarlo evidencié que era más la fascia y ligamentos que carne en sí y lo peor era la “salsa de la casa” que le echan encima, una salsa simple, sin dedicación e ingredientes que desentonan el sabor de la carne. En lo personal no regresaría, pero para señores mayores puede ser un lugar ideal y anecdótico al momento de tomar cervezas, conversar o ver un evento deportivo. La atención es buena.